"Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para bien de los que aman a Dios--¡de los que son llamados conforme a su propósito!" Romanos 8:28
El creyente, cuando se duele bajo la vara de la angustia temporal, a menudo está listo para decir con Jacob: "¡Todo esto es contra mí!" Debido a la debilidad de su fe, concluye que "Dios se ha olvidado de él". Olvida que "al que ama el Señor, lo castiga, y azota a todo hijo que recibe"; que su Señor dijo una vez: "Aquí en la tierra tendréis muchas pruebas y dolores". Hundirse bajo los problemas y concluir que no hay alivio para nosotros, es desconfiar del cuidado de nuestro Padre y dudar de su amor eterno por nosotros.
Puede no parecerle bien a Dios, que ordena cada acontecimiento de nuestras vidas, concedernos la prosperidad que naturalmente deseamos. Puede descubrir en nosotros tanta depravación remanente, desarrollada en forma de orgullo, sensualidad o egoísmo, que haga necesario visitarnos con la vara de la corrección. Cuando esa vara está destinada a extirpar estos pecados, ¿no deberíamos estar preparados para besarla? ¿No está la vara de Dios destinada a destetarnos del mundo y a conducirnos más estrechamente al seno del amor eterno? "Todas las cosas", incluyendo por supuesto estas mismas pruebas y aflicciones, Dios las hace obrar conjuntamente para nuestro bien.
¿Estamos enfermos y sufrimos en el cuerpo? No desesperemos. La aflicción obrará para nuestro bien. El alivio vendrá a su debido tiempo. O si la enfermedad "es para muerte", Dios puede hacerla conducente a una partida tranquila o triunfante.
¿Eres pobre y temes que tus necesidades no sean suplidas? Confía en el cuidado de tu Padre, que "no negará nada bueno a los que andan en integridad".
¿Te acechan enemigos? Dios puede convertir en amigos a los más encarnizados, o puede defenderte y librarte de su ira.
Y aunque todas estas aflicciones se abatan sobre el alma al mismo tiempo, la promesa no se anula, sino que se hace más preciosa.
No dudes que Su misericordia está en todas tus pruebas y aflicciones.
Y recuerda siempre que cuando alcances el cielo, estas aflicciones no se sentirán más para siempre.
ORACIÓN.
¡Cuán preciosas, oh Dios, son tus promesas! Se aplican a nosotros, tus hijos pecadores y sufrientes, en todas las circunstancias. Tú has declarado que todos debemos ser partícipes del castigo. Has prometido que el camino hacia Tu morada es áspero y espinoso. ¿Por qué, pues, hemos de temer recorrerlo? ¿Por qué desear pisar un camino suave y fácil? Deseamos esa medida de fe que reconozca Tu acción directa en cada acontecimiento de nuestras vidas.
Oh Señor, cualquiera que sea nuestra suerte terrenal, alegre o triste, una dulce promesa iluminará las horas más oscuras de nuestra existencia. Nos alegrará el pensamiento de que Tú haces que todas las cosas obren juntas para nuestro bien. Y cuando hayamos hecho y sufrido Tu voluntad en la tierra, seremos admitidos en Tu gloria, para ver Tu rostro y cantar Tus alabanzas para siempre. Amén.
Comments